Panorama Suizo 4/2018

7 Panorama Suizo / Julio de 2018 / Nº4 DANIEL DI FALCO No tiene por qué ser una capilla drive in a orillas de una pista de esquí, un zoológico de pingüinos encaramado en una cumbre de 2 500 metros de altura, ni la escalera más larga del mundo: incluso proyectos mucho menos estrafalarios suscitan una oleada de descontento. El verano pasado, Rigi Plus , una organización que agrupa a dos docenas de empre- sas turísticas, dio a conocer su planmaestro: doscientas pá- ginas, en las que el monte Rigi se presenta como un “área de experiencias” con un “posicionamiento sostenible”. La idea consiste en proponer actividades más atractivas para los visitantes de esta montaña que posee una larga tradi- ción panorámica, y mejores perspectivas económicas para los operadores. Las propuestas incluyen un nuevo sitioweb, una identidad de marca homogénea, así como la posibili- dad de reservar cualquier destino en el área. Pero eso no es todo. “Ascender hasta la cumbre y disfru- tar del panorama desde lo alto ya no basta en la actualidad”, explica Stefan Otz, Director General de Ferrocarriles Rigi, la empresa más grande de esa montaña. Lo trajeron de In- terlaken, donde era director de turismo; su misión es dar un nuevo impulso al Rigi. Otz habla de “puestas en escena”, propone construir un hotel de cabañas en los árboles, una torre mirador en forma de piña y un chalet con una desti- lería y una quesería abierta al público. “En ningún caso pretendemos llevar el turismo de ma- sas a espacios vírgenes”, comentó Otz. “Bajo ningún con- cepto crearemos algo en el Rigi que no encaje.” Aun así, no pudo impedir la tormenta que desataron sus declaraciones: primero en las cartas de los lectores, y después en otros es- pacios públicos: políticos y defensores de los Alpes, arqui- tectos y empresarios, científicos y famosos, como Emil Steinberger, protestaron en línea contra la “insidiosa trans- formación” del Rigi en un “Disneyland que acogerá a más de un millón de turistas” al año. Sin embargo, en la actua- lidad los trenes del monte Rigi ya transportan a unos 750000 viajeros. Y eso que los peticionarios no querían “ex- periencias artificiales que supongan rematar el Rigi”. “Una enorme afluencia de visitantes” ¿Rematar el Rigi? ¿Es posible rematar unamontaña que lleva tanto tiempo usándose con fines turísticos? De hecho, el monteRigi está demoda como destino turístico desde hace doscientos años. En 1816 se construyó un mirador cubierto, en 1820 una torre panorámica y finalmente, en 1871, el pri- mer ferrocarril demontaña de Europa. La “Reina de lasMon- tañas”, como se la conoce, fue invadida por los turistas ya en el sigloXIX, una época supuestamente tranquila. La “afluen- cia de visitantes fue realmente enorme”, relataba el Echo vom Rigi durante la primera temporada del ferrocarril de mon- taña. Los visitantes habían pernoctado incluso en los pasi- llos de los hoteles conuna capacidadde unasmil camas. Tres años más tarde, fueron más de 100 000 huéspedes los que tomaron el tren para ascender a esa montaña. Mark Twain relató las experiencias que se podían tener en ese sitio: el legendario amanecer y la no menos legenda- riamultitud de turistas que querían contemplarlo. En 1879, el escritor estadounidense ascendió el Rigi a pie desde We- ggis y pronto escuchó “por primera vez el famoso canto a la Algunas obras ex- puestas en el Museo Alpino de Berna. Fotografía de Keystone tirolesa en su lugar de origen, en ese entorno montañoso y salvaje”. Sin embargo, el gozo fue de corta duración, porque “desde ese momento nos encontramos cada diez minutos a uno de esos cantantes” y todos querían recibir unamoneda por su arte. Esto se repitió cuatro, cinco, seis veces; pero “el resto del día compramos el silencio de los demás dándoles un franco a cada uno. En esas circunstancias, acabas harto”. Montaña y adrenalina Surge entonces la pregunta: ¿dónde termina la venta legí- tima y dónde empieza el remate? Para los opositores al ac- tual plan maestro del Rigi, la respuesta es: allí donde las experiencias se vuelven “artificiales”, donde lamontaña se convierte en un parque al estilo Disneylandia. Esa palabra resume la pesadilla que provocan las creaciones ficticias e intercambiables de la industria de la diversión en los Al- pes. Y esto no ocurre sólo en el Rigi. También se evocaron los demonios de la “ disneyficación ” cuando se construyó el puente colgante más alto de Europa en el Titlis y se tendió en Les Diablerets la primera pasarela entre dos cumbres; también cuando el ferrocarril del Schilthorn abrió la “ Thrill Walk ” debajo de la estación intermedia: una pasarela de acero con rejilla y piso de cristal, suspendida de una pared vertical bajo la que se abre un abismo de doscientos me- tros: “Montaña y adrenalina en estado puro” reza la publi- cidad. Mientras que los destinos turísticos cobran notorie- dad y se diferencian de sus competidores gracias a tales inventos, las organizaciones protectoras se quejan de la transformación de los Alpes en un parque de aventuras. Así, el grupo Mountain Wilderness , fundado por activistas del

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