Panorama Suizo 4/2018
8 Panorama Suizo / Julio de 2018 / Nº4 Tema Clave montañismo, reclama “más paz y tranquilidad en las montañas, más espacio para auténticas experiencias de montaña” y exige que se frene la expansión de las instala- ciones turísticas. Pero cabe preguntar: ¿qué es una “auténtica experien- cia de montaña”? Los promotores de nuevos puentes col- gantes, plataformas panorámicas, pasarelas, parques de es- calada, senderos para bicis de montaña, tirolesas o pistas de tobogán de verano hablan exactamente el mismo len- guaje: ellos también ofrecen experiencias “auténticas” (Stefan Otz, Ferrocarriles del Rigi) y “únicas” (Christoph Egger, Ferrocarril del Schilthorn). Haller y Rousseau: los pioneros En esa lucha por lo “auténtico” a menudo se olvida que desde los inocentes inicios del turismo, las infraestructu- ras construidas por la mano del hombre, las puestas en es- cena de pago y los soportes artificiales ayudaron a crear esas vivencias aparentementemuy genuinas, todas las cuales re- sultaron igual de controvertidas que en la actualidad. Era la época del calzado de clavos, de las diligencias y de los paseos bajo la sombrilla. Suiza representaba la be- lleza inmaculada del mundo alpino, habitada por virtuo- sos pastores y campesinos. Así la elogiaron Albrecht von Haller en su poema Los Alpes , de 1729, y Jean-Jacques Rous- seau en la novela Julia o la nueva Eloísa , de 1761. Estos dos pensadores y poetas suscitaron el entusiasmo internacio- nal por Suiza y sus montañas: la expectativa de una natu- raleza y una humanidad en estado prístino atraía a los vi- sitantes en busca de lo genuino. Sin embargo, al poco tiempo un agüista procedente del norte de Alemania se quejó de los tejemanejes de la indus- tria turística y del aluvión de suvenires kitsch . Aunque en la época de Biedermeier todavía no había postales, este vi- sitante se lamentaba de que le habían ofrecido más de treinta imágenes “de un único sitio del Oberland bernés” : dibujos, grabados, acuarelas. “Probablemente haya aúnmás de otros lugares famosos y admirados.” Así pues, pronto se- ría necesario “que la naturaleza crease nuevas montañas o derribase las antiguas” para brindar “más fuentes de inspi- ración” a la industria de pintores de paisajes y grabadores. En otras palabras, “ya no se trata de dar a conocer el país, sino tan sólo impresiones artificiales sobre él”. Corría el año 1812. En realidad, el agüista alemán era un simple personaje literario: el narrador en primera persona de la novela Die Molkenkur, de Ulrich Hegner, político y es- critor oriundo deWinterthur. No obstante, la sátira de Heg- ner a los “productos naturales y las creaciones artísticas de Suiza” tenía un fondo real: el malestar generalizado provo- cado por el carácter artificial de las experiencias ligadas al turismo. También es cierto que no todos tenemos una percepción romántica tan desarrollada como Rousseau o Haller: de ahí la utilidad de los organismos de promoción turística, que muy pronto instalaron toda una infraestructura téc- nica en la montaña: senderos, bancos, terrazas, barandi- llas, mesas de orientación –“soportes visuales”, como los denomina el historiador Daniel Speich–. Todos éstos son dispositivos que orientan la mirada del visitante hacia el paisaje y sus atractivos, para que vea lo que espera ver. Incluso la simple contemplación de las montañas es una experiencia calculada y estandarizada y, por lo tanto, una experiencia “artificial”, aunque no por ello menos impre- sionante. El mundo alpino visto por los pintores “Podría pensarse que en los Alpes todo es naturaleza. Sin embargo, la posibilidad de contemplar esta naturaleza siempre está supeditada a una infraestructura que da ac- ceso a ella”, afirma el científico cultural Bernhard Tschofen. Tschofen participó en la exposición “Belleza de lamontaña” organizada por el Museo Alpino de Berna, que exhibe ac- tualmente la imagen típica de los Alpes suizos, tal como la captaron los pintores. Esta imagen es un ideal, un cliché po- pular que idealiza los Alpes como un espacio inmaculado contrapuesto a la civilización moderna. Como lo asevera Tschofen, “al espectacular auge de los ferrocarriles le siguió un no menos espectacular auge de la pintura de montaña”. En la mayoría de los casos los artistas suprimieron en sus cuadros las obras técnicas que, precisamente, les permitían esa visión de las montañas. El tren de cremallera impulsado a vapor que ascendía de Vitznau al monte Rigi, en una colorida postal (hacia 1900). Fotografía de Keystone
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