Panorama Suizo 4/2018
9 Panorama Suizo / Julio de 2018 / Nº4 Tal es el caso de FerdinandHodler, cuyo centenario luctuoso se celebra este año. Desde 1879, este pintor solía pasar sus vacaciones en el Oberland bernés. Allí pintómuchos de sus cuadros; acostumbraba usar las mismas rutas y detenerse en los mismos miradores que los turistas. Así fue como ex- ploró el área alrededor de Interlaken con los medios de transporte que en aquel entonces constituían una novedad: el tren de cremallera de la Schynige Platte lo llevó a la “ Vista del lago Thun y el lago Brienz ”, y cuando se inauguró, en 1891, el ferrocarril demontaña de Lauterbrunnen aMürren, éste no sólo significó una nueva atracción para los turistas, sino también para el pintor: el motivo de su célebre cuadro, el Jungfrau. Hodler estuvo por primera vez aquí en 1895 y re- gresó en los veranos de 1911 y 1914. En esas dos temporadas pintó el macizo del Jungfrau con un total de trece variacio- nes. Por supuesto, hay diferencias: en el color, el contraste, la textura y la atmósfera. Sin embargo, hay algo inmutable en esas trece obras: Hodler se detuvo donde también se de- tenían los turistas, pintó diversas variantes del cuadro desde diferentes estaciones de tren. Usó el tren para enmar- car el Jungfrau a su gusto. Esta es la paradoja que caracteriza desde siempre no sólo a la pintura de montaña, sino también al turismo: pro- mete experiencias únicas, pero al mismo tiempo las trans- forma inevitablemente en una oferta condicionada y esce- nificada a través de la técnica. Por ello resulta cuestionable la distinción entre experiencias “auténticas” y “artificiales”, en torno a la que se vertebra el apasionado debate actual so- bre las nuevas atracciones en las montañas. Hoy en día, el espectáculo y la emoción no tienen buena prensa. No obstante, es exactamente eso lo que fueron los Al- pes desde el principio, desde el primeromomentode fascina- ciónpor lasmontañas: emoción. En losprimeros añosde 1700, el publicista inglés Joseph Addison realizó un viaje por Eu- ropa, y cuando hizo una parada en el lago de Ginebra y tuvo ante sí las imponentesmontañas, esemundode rocas yhielo, le embargó ese sentimientoque luego se convertiría en el fac- tor decisivopara el turismo: unescalofrío, “una especiede es- tremecimiento agradable” ante al poder de la naturaleza. Jean-Jacques Rousseau, quien se hizo famoso con su lema “Volver a la naturaleza” y sentó las bases del contacto genuino y profundo con las montañas, relata en sus Confe- siones , de 1781, una notable caminata por los Alpes de Saboya: “Debajo de la carretera abierta en la roca, en el lugar llamado Chailles, corre y bulle por un espantoso abismoun riachuelo que parece haber empleado millares de siglos en abrirse paso”. El camino en sí es moderno y “hay un parapeto para evitar las desgracias que podríanocurrir”, escribeRousseau. Ante este espectáculo, el filósofo experimenta el mismo pla- cer que en la actualidad sigue buscando el público en la em- pinada pared del Schilthorn: siente el cosquilleo y mira ha- cia el abismo. “Apoyado en el parapeto”, continúa Rousseau, “podía contemplar el fondo y tener el gusto de experimentar vértigos a mi satisfacción”. El camino de Rousseau es una “ Thrill Walk ”. El parapeto es el dispositivo que hace posible esta fantástica aventura, de forma cómoda y sin riesgo al- guno: “lomás extraño que hay enmi afición a los lugares es- carpados es que me causan desvanecimientos y esto me agrada con tal de que no corra peligro de caerme”. DANIEL DI FALCO ES HISTORIADOR Y PERIODISTA CULTURAL EN DER BUND DE BERNA. El Hotel Pilatus Kulm bajo un cielo estrellado, tal como lo publicitan los teleféricos Pilatus. Fotografía de Severin Pomsel Museo Alpino de Suiza, Berna: “Belleza de la montaña. Una cuestión de perspectiva”. Hasta el 6 de enero de 2019. Folleto del mismo nombre como álbum de postales, con textos de Bernhard Tschofen y otros autores (Editorial Scheidegger & Spiess).
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