Panorama Suizo 1/2018

16 Panorama Suizo / Enero de 2018 / Nº1 Cultura El efecto Gurlitt sigue levantando revuelo La exposición ya está abierta al público: el Museo de Arte de Berna presenta el polémico legado del fallecido coleccionista Cornelius Gurlitt, oriundo de Múnich. Pero más importante que su valor estético es la manera en que el supuesto “tesoro nazi” ha venido a revolucionar el mundo del arte. DANIEL DI FALCO “Estimados visitantes de la exposición Gurlitt, favor de depositar to- dos sus bultos en la consigna”… “Rogamos esperen aquí hasta que se libere el siguiente empleado”… “¡Gracias por su paciencia!”. De hecho, el público ya hace cola en las puertas del museo. El recorrido hasta la caja también deja claro que el “inventario Gurlitt” no es una exposi- ción como cualquier otra. Han transcurrido cuatro años desde que la revista Focus revelara la existencia del “tesoro nazi”. Y han pasado tres desde que el Museo de Arte de Berna diera su be- neplácito al inesperado legado. Cornelius Gurlitt, hijo del comerciante alemán Hildebrand Gurlitt, que falleció a los 81 años en Múnich, había legado al museo suizo aquel “tesoro” que, a tenor de Focus , incluía al menos 1 500 “obras de arte desapareci- das”, por un valor que pudiera superar los mil mi- llones de euros. El caso se convirtió en escándalo: ocasionó en el mundo entero rumores, controver- sias sobre el expolio de arte y la integridad de co- leccionistas, comerciantes, museos e instituciones. Además, se entabló un tedioso juicio en torno a la validez del testamento. Los expertos dan marcha atrás Por tanto, ya existía una larga historia antes siquiera de que se colgara el primer cuadro en la pared del museo. Entretanto, ya nadie habla de “tesoro”; los expertos que participan en el proyecto suizo-alemán de exposición e investigación evitan incluso la palabra “colección” y la sustituyen por “hallazgo artístico”, “inventario artístico” o simple- mente “inventario”. Mientras más claridad se empezó a tener acerca del contenido, más realista resultó su apreciación: a saber, inferior a lo anunciado. De hecho, lo que puede verse ahora en Berna es esencialmente pa- pel. Gurlittpadre coleccionó sobre todo dibujos, acuarelas y grabados; sentía predilección por el expresionismo alemán, por artistas como Otto Dix, George Grosz o Max Beckmann. Este legado complementa la colección que resguarda la institución en Berna, dado que no alcan- zaría para unmuseo propio. Y, a decir verdad, ni siquiera justifica que haya tan largas filas en la entrada del museo. No cabe duda de que la leyenda del “tesoro nazi desaparecido” sigue te- niendo eco, por más que se intente desmentirla —los cuadros obraron de forma totalmente legal enpoderdeunparticular,mientrasque la sos- pecha de expolio de arte hasta la fecha sólo se ha confirmado en el caso de seis de estas 1 500 obras—. No obstante, tanto el museo bernés como la Bundeskunsthalle de Bonn, que pretenden “esclarecer” el caso conjun- tamente, sebeneficiandeestapublicidad: lobellovaunidoa lodifícil, los cuadros a su contexto histórico, el cual prevalece actualmente sobre su valor estético. En Bonn, se trata de un expolio de arte cometido durante la dictadura nazi; en Berna, de la proscripción del artemoderno que los nacionalsocialistas consideraban“degenerado”. Aeste respecto, el papel que desempeñó Hildebrand, el padre de Cornelius Gurlitt, fue mucho más allá de lomeramente ambiguo: si bien creía en el arte que los nazis pretendíanhacer desaparecer, almismo tiempo los ayudó en su calidad de comerciante y liquidador del régimen. Un pacto sucesorio desaconsejado En 2014, el gobierno federal había desaconsejado a los berneses que fir- maranunpactosucesorioconAlemania,debidoaqueésteintroducíauna definición de “expolio de arte” mucho más estricta que aquella que en ese entonces era vigente en Suiza: esta definición no sólo se aplicaba a la obras que los nazishabíanrobadoaparticulares,sinotambiénalas que sus víctimas tuvieronque vender a raíz de la per- secución. A pesar de todo, los berneses firmaron el pacto, lo que la Confederación considera en la actua- lidad una decisión “ejemplar”. Por si fuera poco, en- tretanto el gobierno suizo brinda también su apoyo económicocuando losmuseosdesean investigar con mayor profundidad la proveniencia de sus fondos… ¡aunque en un principio no quería saber nada al res- pecto! Justo el día en que se inauguraba en Berna la ex- posición especial volvió a surgir en Basilea un caso que al parecer ya estaba resuelto. En2008, elMuseo de Arte de esta ciudad había rechazado la petición de los herederos de Hermann Glaser, quienes habían reclamado como suyas 120 obras de la colección del museo. Glaser era judío y fue direc- tor de museo en Berlín; antes de huir en 1933, tuvo que subastar su co- lecciónprivada. Durante esta subasta, los basilienses hicieron suagosto: una compra endebida forma, tal como afirman en la actualidad, por lo que no puede considerarse un expolio de arte; no aceptan como legí- tima la situación desesperada de Glaser, es decir, su “huida motivada por la persecución”—lo cual se les echa en cara ahora—. Esto demues- tra que el caso Gurlitt marcó, efectivamente, un antes y un después — aunque no en términos jurídicos, pero sí en términos éticos— . El Museo de Arte de Berna presenta hasta el 4 de marzo la expo- sición Gurlitt sobre el “arte degenerado” y, después de esta fecha, la dedicada al expolio de arte, procedente de la Bundeskunsthalle de Bonn. DANIEL DI FALCO ES PERIODISTA CULTURAL DEL PERIÓDICO “DER BUND”. “Arte degenerado” de la colección de Cornelius Gurlitt: Leonie de Otto Dix, una litografía expresionista a color del año 1923. Foto Museo de Arte de Berna

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