Panorama Suizo 3/2018
18 Panorama Suizo / Mayo de 2018 / Nº3 Cultura MARIANNE MÜHLEMANN Un encuentro con la música Patricia Kopatchinskaja constituye siempre un acontecimiento. Ya sea cuando da rienda suelta a su virtuosismo en el es- cenarioo cuando sepone simplemente a hablar de música: la violinista de 41 años derrocha energía e ingenio. Es famosa entre el público por su esponta- neidad, y tristemente célebre entre los dirigentes y las orquestas: una vez que toque las cuerdas del violín con el arco hay que estar preparado para todo. Tanto da si se trata de Beethoven, Bartók o un compositor actual: Kopatchinskaja toca el violín con tal intensidad y urgencia, que pareciera que la tinta de las notas que toca aún está húmeda. Que nunca toque la mú- sica de memoria, por principio, puede sorprender. Susmotivos tienepara ello: “Las notas me dan el espacio necesario para expresarme”, afirma. “De hecho, tocar música supone algo más que to- car las notas correctas. Como intér- prete, debo analizar el significado en que se basan las notas y expresarlo”. Todo concierto debe ser tan espon- táneo y reciente como un estreno. A Kopatchinskaja las convenciones la traen sin cuidado. Es por ello que cues- tiona en todomomento el mundo de la música clásica, aunque nunca deja de autocuestionarse. En eso radica, preci- samente, su mayor aporte. Según ella, no se había percatado durante mucho tiempo de que su forma innovadora de presentar conocidas obras del reperto- riopolarizaba al público: unhechoque entretanto ha aprendido a superar. Por otro lado, también el auditorio se ha vuelto más abierto y curioso. En la actualidad, si bien el público suele reac- cionar con irritación ante su forma de tocar tan poco convencional cuando la escuchapor primeravez, enel segundo encuentroya la aplaude eufóricamente de puro entusiasmo. Es lo que pasó en 2016, en ocasión de aquel conciertome- morable, por el que acabandeotorgarle un Grammy a la mejor actuación de música de cámara. Siempre descalza El Grammy constituye el mayor galar- dón internacional paramúsicos, por lo que suele compararse al Oscar de la in- dustria cinematográfica. Aunque este premio se viene otorgando en Los Ángeles desde 1959, el Grammy de Kopatchinskaja es tan sólo el cuarto que se ha concedido a Suiza. ¿En qué consistía la particularidad de este con- cierto? Imagínese lo siguiente: estamos en el Ordway Concert Hall de Saint Paul, enel estadodeMinnesota, donde el públicoesperaoír toquesde Schubert. De repente y de forma totalmente in- esperada surge en el estrado, al ladode la orquesta, un esqueleto. Debajo del disfraz negro con el esqueleto impreso se esconde Patricia Kopatchinskaja. La breve aparición espeluznante ha sido idea suya. Hubiéramos podido recono- cer a la solistapor los pies descalzos. De hecho, la violinista excepcional de 41 años actúa siempredescalza, para es- tar conectada con la tierra. Sin em- bargo, el disfraz no es un fin en sí mismo: combina con el programa, que Patricia introduce tocando en vivo junto con la Orquesta de Cámara de Saint Paul. La pieza central la compone el cuar- teto de Franz Schubert “Lamuerte y la doncella”, en una versión que ella misma ha arreglado para orquestas de cámara. La pieza suena, en cualquier caso, diferente de como se la conoce. Kopatchinskaja la ha despiezado, y entre los movimientos de Schubert ha introducido otras piezas musicales so- bre el tema de la muerte, procedentes de todas las épocas, desde el barroco hasta la actualidad. Este ingenioso collage crea un programa poco conven- cional, cuyas partes no conformanuna unidad, pero terminan complemen- tándose. Pero estono es todo.Mientras toca, Kopatchinskaja canta el lied de Schubert “Lamuerte y la doncella” con el textodeMatthiasClaudius, enel que sebasa el cuarteto. El público reacciona con consternación... al menos al prin- cipio, porque termina emocionado hasta las lágrimas. Incitar a la reflexión “Un poco loco sí que lo fue”, admite entre risas la violinista durante la con- versación quemantuvimos con ella en Berna, donde reside con su marido e hija. “En Europa, posiblemente me hu- bieran internado enelmanicomio tras esa actuación, pero enAmérica puedes atreverte a hacer esas cosas”. Quien la conoce sabe que nunca lo hace única- mente por el impacto en sí: cuando ex- plora los límites, siempre son los lími- tesde lapropiamúsica. Loquepretende es incitar a la reflexión. Esta violinista, que da más de un centenar de concier- tos al año en todo el mundo, siempre busca lo que hay detrás de las notas. Sin quererlo, ya hace tiempo que se ha convertido en una auténtica es- trella, aunque preferiría comunicar con el público de tú a tú. Cuando libera a la música clásica de su torre de mar- fil con su forma apasionada de tocarla, acaba sacándola a la calle, entre la gente común. Como lo dice ellamisma, aprovecha el concierto para llevarse al “Tenerme como guía no es nada fácil” En el pasado, la violinista Patricia Kopatchinskaja se ha hecho acreedora a no pocas críticas por socavar los hábitos más arraigados en el ámbito de la música clásica. Hoy se le recompensa por su originalidad. ¿Quién es esa suiza por opción con raíces moldavas, que acaba de recibir un Grammy a la mejor actuación de música de cámara?
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