Panorama Suizo 3/2018

20 Panorama Suizo / Mayo de 2018 / Nº3 Sport BENJAMIN STEFFEN Esa particularidad suya quizá se expli- que por el ambiente de los años se- senta y setenta en Sarajevo, donde se crió Vladimir Petkovic. Tras el naci- miento de Vladimir, en 1963, su padre abandonó la carrera futbolística y tra- bajó a un nivel inferior como entrena- dor. Sin embargo, durante los partidos el hijo permanecía siempre a su lado: en el vestuario o junto a la cancha. “Es probable que haya aprendidomuchas cosas por aquel entonces, sin que lo re- cuerde en la actualidad”, señaló enuna ocasión Vladimir Petkovic hace unos diez años. Tiene algo de misterioso cómo Petkovic ha escalado peldaños hasta convertirse en el entrenador más im- portante del fútbol suizo, en el selec- cionador del once suizoqueparticipará en junio en el Mundial de Rusia. Petko- vic no hizo una carrera brillante como jugador. En los años ochenta ascendió a la segunda liga suiza, al incorporarse al Coira, donde todo empezó con un malentendido: al ficharlo, los integran- tes del Coira pensaban que Petkovic era delantero, incluso un goleador que metía tantos sin parar. Sin embargo, Petkovic era centrocampista. Deam- bulópor toda Suiza, jugandodeun lado para otro, de forma pasajera, incluso en el FC Sion, aunque nunca en una posi- ción clave, después en el Martigny, luego de nuevo en el Coira, el Bellin- zona y el Locarno: nada de enverga- dura, nada destacable. Sólo captaba la atención de la gente que realmente se preocupaba por él. Petkovic era reser- vado; pero cuando alguien le pedía un consejo, lo ayudaba, recuerda un com- pañero suyodel FCCoira quehabía ido de excursión a las montañas de los se dejaba de recordarle que había ve- nidodesdemuy lejos aBerna, comosi el Tesino estuviera en otro continente. Cuando los funcionarios de la Asocia- ción Suiza de Fútbol lo contrataron como seleccionador nacional en el ve- ranode 2014, enunprincipiohabían se- leccionado a otro candidato: “Marcel Koller”, quien era entonces el seleccio- nadordeAustria. Petkovic sóloera la se- gunda opción. Como quiera que sea, a Petkovic apenas se le notó nunca de forma concluyente si todo ello lemoles- taba o no, si el hecho de ser relegado como segunda opción era para él una ofensa o, por el contrario, una oportu- nidad. Cuandoalguien lepreguntóuna vez loque lehabía convencidopersonal- mentedeque iba a ser unbuenentrena- dor, Petkovic afirmó: “Absolutamente nada”. Fue unmomento relajado, lleno de humor, de los que Petkovic sólo con- cede cuando se siente a gusto, es decir, bien y de alguna forma seguro de que será entendido. De hecho, su profunda convicción de que sería un buen entre- nador la albergaba sobre todo en su in- terior; sólo la confiaba a sus mejores amigosyaalgunos conocidosdel Tesino, esa región remota, ubicada en otro con- tinente. Una autoconfianza estratégica Lo que ha permitido a Petkovic llegar tan lejos en su carrera no es alguna au- toestima ciega, alguna especie de so- berbia, sino algo que podría llamarse una autoconfianza estratégica. Ha aprendido a creer en sí mismo, porque viviómucho tiempo en segundo plano, porque no era desde hace muchos años un jugador vitoreado de la selec- ción, al que la gente creía automática- Hasta la cumbre tras varios rodeos Hace algunos años, nadie se lo habría esperado: Vladimir Petkovic ha sido elegido para guiar a la selección suiza hacia el Mundial de Fútbol. Pero sorprender a los demás forma parte de su carrera. Grisones con Petkovic y otros jugado- res extranjeros del club. Trabajador social de Cáritas Petkovic no se imponía a los demás, de ahí que apenas llamase la atención du- rante mucho tiempo: una imagen un pocodeslucida,másalládelacualnadie sospechabaquehubieraungrantalento. Se desempeñó de manera satisfactoria como entrenador en los niveles inferio- res. Dondequiera que trabajara alcan- zaba algo así como el éxito, y si perma- necía más tiempo en un equipo, solía lograrquemejorase. Petkovic se instaló con sumujer y sus dos hijas enel Tesino, donde entrenóapartirde 1998práctica- mente a todos los clubes más o menos ambiciosos, como el Agno, el Lugano y el Bellinzona. En 2008, llevó al AC Bellinzona a la primera liga suiza y a la final de laCopa, gracias a locual destacó de repente: losmedios se pusieron a ha- blar de él. Pero más que a su trabajo como entrenador, esto se debía en gran medidaa suocupaciónprincipal: Petko- vic colaboró hasta el verano de 2008 como trabajador social de Cáritas, donde encabezaba proyectos dirigidos a los desempleados. Enaquelentoncesnadiesospechaba que, diez años más tarde, Petkovic llevaría a la selección suiza al Mundial. Fue lo que caracterizó toda su carrera: lagente losubestimaba, dadoque fuera del Tesino prácticamente nadie se dio cuentadequePetkovicestaba iniciando una carrera notable, procurando ade- más que sus equipos jugasen un fútbol atractivo. Cuandoel YoungBoys lofichó enagostode2008, unavezmás seevocó su facetade trabajador social—un caso muy especial, por supuesto—. Y nunca

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