Panorama Suizo 5/2018
Panorama Suizo / Septiembre de 2018 / Nº5 18 Sociedad tema de la reparación a través de un in- tensodiálogo con los afectados. Y se ga- rantizó a las víctimas una contribución solidariade 25000 francos suizos.Más de 9 000 víctimas, en su mayoría de avanzada edad, hanpresentadouna so- licitud para acogerse al programa (véase también “Panorama” 4/2018). Rita Soltermann es una de ellas. ¿Logra este gesto solidario de la Confederación cambiar la visión del propio destino? Eso no es así de simple, afirma Rita Soltermann. El reconoci- miento de la injusticia sufrida es muy importante; pero, a fin de cuentas, la reparaciónno puede arreglar esto: “La experiencia de haber vivido una niñez sin amor y no haber sido abrazado, nunca no se puede borrar”. Tampoco se puede borrar el recuerdo de la des- esperación en la que se sumió cuando era una madre joven y tuvo que defen- derse para que no le quitaran a su pro- pio hijo. Si bien la contribución solida- ria de la Confederación es importante, “al mismo tiempo es tan sólo una golo- sina que no hará desaparecer las cica- trices del pasado”. Hay muchas cosas que la repara- ciónnopuede borrar: éste es undilema que las asociaciones de víctimas tam- bién están abordando. Robert Blaser, de la asociación “ Fremdplatziert ”, dice que el Estado ha hecho mucho, pero también ha subestimado cosas impor- tantes, como el reflejo de defensa con- tra todo lo que representa a la autori- dad: “Para muchos, la autoridad (Estado, cantón, municipio e Iglesia) representa al autor del delito; y no pue- den entender por qué el ‘autor del de- lito’ quiere darles dinero”. Además, la contribución solidaria esmás bien “un reconocimiento de la injusticia”, y no una mejora de las condiciones de vida. Para las víctimas que viven en situa- ción precaria, la contribución es in- cluso “desastrosa”, afirma Blaser: Es “el sueldo de cincomeses por una vida es- tropeada”. Él no lo llamaría reparación. Luzius Mader, encargado de las actas por parte de la Confederación, no lo contradice por completo: él lo llama gesto de solidaridad y no reparación (véase la entrevista de la página 19). Un llamamiento a los campesinos Werner Zwahlen, miembro de “ Net- zwerk verdingt ”, dice que los pagos so- lidarios no pueden cambiar la historia de sus vidas. Su organización confiaba en una solución de pensiones en lugar de un único pago. Pequeños subsidios mensuales habrían supuesto “una gran diferencia con respecto al pa- sado”. Zwahlen y sus colaboradores añaden que no basta con que sólo la Confederación se sienta obligada a re- parar la historia. Los municipios, los cantones y las organizaciones campe- sinas están afrontando su deber de re- paración con reticencia. A propósito de los campesinos, Kurt Gäggeler, de “ Netzwerk verdingt ”, proclama que hay que “rehabilitar las granjas y liberar- las de la maldición del pasado”. A de- cir verdad, aúnno existe una iniciativa en este sentido. Hans Jörg Rüeggseg- ger, Presidente de la poderosa Unión Bernesa de Campesinos, ha comen- tado recientemente la reivindicación de Gäggeler con las siguientes pala- bras: “Yo no sé de ninguna granja que se sienta estigmatizada por el pasado”. La reparación estatal no basta por sí sola, dice también Daniel Huber, de la organización “ Radgenossenschaft der Landstrasse ”, que lucha a favor de los yeniches y los sinti. El dinero como gesto de solidaridad es “bueno y justo”. Sin embargo, en la vida diaria las co- munidades itinerantes yeniches y sinti perciben poca comprensión. “El espacio vital para los nómadas, dice Huber, se reduce cada vez más, los campesinos se ven cada vez más pre- sionados para no concederles ninguna facilidad para acampar”. Sencilla- mente, el contraste entre la actitud be- névola de la Confederación y la reali- dad cotidiana es demasiado grande. Una abuelita rodeada de flores De vuelta a Niederönz, Rita Solter- mann describe otras facetas de una vida sin infancia. Conoció a su her- mana menor a la edad de 68 años, lo cual demuestra hasta qué punto los niños explotados “somos parte de una familia sin una historia común”. Y cuenta lo fácil que es transmitir la violencia sufrida y las groserías: “Con el tiempo me he dado cuenta de que fui una madre muy severa y que tam- bién repartí golpes”. Ahora se siente mal, pero uno lleva dentro de sí la crueldad que sufrió. No obstante, también habla de una gran felicidad: hoy en día se siente protegida junto a su marido, sabe que le rodea una amada familia. Obviamente, hay motivos para el optimismo: la jinete de los cerdos de aquel entonces se dedica en la actua- lidad a cuidar de sus flores con amor y se ha convertido en “ Margritli-Grosi ” [la abuelita de las flores]: así llaman los nietos a su abuela, cuando Rita Soltermann les sonríe entre grandes ramos de flores.
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