Panorama Suizo 3/2019
Panorama Suizo / Mayo de 2019 / Nº3 7 En aquel entonces, Jürg Meister y Pe- ter Bochsler trabajaban en el Instituto de Física de Berna. Ahora, a sus 80 y 76 años respectivamente, están de re- greso para hablarnos de aquellos tiem- pos y presentarnos fotos. En ellas se ve a dos hombres jóvenes con cortes de pelo anticuados, manipulando un si- mulador de viento solar: los físicos berneses de entonces. Jürg Meister, como físico experimental, contribuyó al desarrollo de la lámina. Y si bien Pe- ter Bochsler aún no estaba involu- crado directamente en el experimento, fue después Codirector del Instituto y, de esa forma, sucesor de Geiss. Actual- mente Geiss ya tienemás de 90 años y se ha retirado de la vida pública. Meister y Bochsler se dirigen al la- boratorio sinventanas y repletode apa- ratos, que se encuentra enel sótanodel Instituto. En el centrodelmismobrilla en la luz de las lámparas el colector de viento solar —o para ser más exactos, el ejemplar que se mantenía de re- serva—. Meister y Bochsler se paran junto al colector como si se tratara de unviejo conocido.Meister nosmuestra cómo la lámina es tirada hacia arriba por un resorte pretensado: “Funciona igual que una persiana de ventana”. “Increíblemente hermosa y sencilla” Desplegar en la Luna una lámina de aluminio para que recoja el viento so- lar y traerla de vuelta: “Era una idea in- creíblemente hermosa y sencilla”, co- mentaMeister. Las partículas deviento solar, queviajanavelocidades devarios cientos de kilómetros por segundo, es decir, a una velocidad mucho menor que la de la luz, chocan con la lámina donde quedan atrapadas. Posterior- mente, cuando la lámina se funde en el laboratorio, es posible determinar cuántas partículas de cada tipo queda- ron atrapadas. Todo debía construirse demanera que fuera fácil de operar y funcionara a la perfección. El soporte, por ejem- plo, era un tubo telescópico con roscas ultrafinas, que llevó la creatividad de los mecánicos de la universidad hasta sus límites. Otro componente era un rodillo desplegable, oculto en el so- porte antes del uso. Y finalmente la lá- mina propiamente dicha, reforzada con cinta adhesiva de teflón para que no se desgarre. “Un problema enorme era el límite de peso de una libra, co- menta Meister. Todo habría sido mu- cho más fácil si el peso especificado hubiese sido de un kilogramo”. La NASA no dejó nada al azar y en- cargó al astronauta Don Lind que pro- bara el dispositivo en Berna. Adiferen- cia de los físicos y los ingenieros, Lind conocía la perspectiva de los astronau- tas y sabía lo que era posible sostener con gruesos guantes. “Nos dio una se- rie de instrucciones que seguimos al pie de la letra”, recuerda Meister. Así, se grabaron asperezas en la superficie de las asas del soporte y se colorearon en rojo los componentes esenciales. “Pero a Lind le gustaba nuestro colec- tor, lo veía como un hermoso juguete”. ¿Por qué precisamente Berna? ¿Por qué provino el único experi- mento no estadounidense de lamisión Apolo 11 precisamente de Berna? “No fue ninguna casualidad”, afirma Peter Bochsler. Los físicos berneses habían destacado ya anteriormente en la in- vestigación de meteoritos; con ello se habían calificado para los experimen- tos con rocas lunares. Asimismo, el Profesor Geiss había entablado amis- tad conmuchos científicos de la NASA y cuidaba las relaciones con esta agen- cia espacial “con gran dedicación y ha- bilidad”, asevera Bochsler. Jürg Meister se encargó de trans- portar la lámina a EE. UU., en su pro- pio equipaje de mano. En tres misio- nes posteriores tuvo la oportunidad de presenciar el lanzamiento del co- hete a un kilómetro ymedio de distan- cia: “Fue algo grandioso y particular- mente ruidoso. Las frecuencias bajas presionabanmi estómago. La parte de- lantera de mi camisa vibraba. Parecía que alguien estuviera friendo huevos en una sartén gigante”. CuandoNeil Armstrong y Buzz Aldrin pisaron la Luna, en Suiza eran las tres de lamañana. Los físicos berneses vie- ron la escena en el televisor del insti- tuto. “Yo no estaba nervioso”, dice Jürg Meister, “sabía que no iba a haber nin- gún problema con el colector, pues lo habíamos probado cientos de veces”. Peter Bochsler sólo esperaba “que vol- vieran a bajar sanos y salvos”. JürgMeister vive actualmente cerca de Thun. Después de trabajar en la Uni- versidad de Berna, el joven Doctor en Física evaluó enTexas los datos de otro experimento Apolo. Cuando retornó a Suiza, empezó a trabajar en la fábrica de munición de Thun, donde se espe- cializó enmuniciónantiblindaje. Hasta la fecha sigue fascinadopor todo loque vuela, si bien los aviones y los cohetes ya no son su preocupación primaria, pues se dedica a criar mariposas junto con su esposa. Y cada vez que mira ha- cia la Luna, recuerda que “allí arriba hay cinco soportes que sostuve enmis manos: algo extraordinario, ¿no?”. En sus andanzas alrededor del mundo, Peter Bochsler llegó hasta Is- rael. Estados Unidos no le interesaba tanto, “debido en particular a la impli- cación de este país en la guerra de El astronauta Buzz Aldrin clava el colec- tor de viento solar bernés en la Luna, incluso antes que la bandera estadouni- dense. Foto Keystone
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