Panorama Suizo 4/2020
Panorama Suizo / Julio de 2020 / Nº4 SUSANNE WENGER A mediados de mayo, cuando Suiza empezó a flexibilizar el confinamiento, Pro Senectute lanzó una campaña ba- sada en un cortometraje quemostraba a personas mayores en acción: una mujer de 66 años leyendo cuentos a su nieta, un hombre de 84 podando el seto de sus vecinos. El mensaje era claro: “Los mayores realizan tareas in- dispensables”. Desde hacemás de cien años, la organización Pro Senectute se ocupa de todo lo relacionado con la ve- jez en Suiza. Mediante esta campaña pretendía mostrar que con el virus se ha empobrecidomucho nuestra forma de considerar a la vejez: todos los ma- yores de 65 años pasaron automática- mente al “grupo de riesgo”. Al inicio de la crisis, la Oficina Federal de Salud Pública lo declaró: losmayores corren mayor riesgo y necesitan protección. Por cierto, las estadísticas lo confir- man: el riesgo de morir por Covid-19 aumenta con la edad; pero ahora se sabe que el virus no afecta sólo a los ancianos. En los hospitales suizos, casi lamitad de los enfermos graves por el virus tenían menos de sesenta años; pero amediados demarzo estos datos no se conocían. Así, las autoridades instaron a los mayores a quedarse en casa, evitar los contactos y no hacer ellos mismos las compras. Con algu- nas excepciones, estas consignas se respetaron en todo el país. Víctimas de aislamiento colectivo Aunque se justificaban desde un punto de vistamédico, estasmedidas tuvieron consecuencias sociales: los 1,6 millones de personas mayores de 65 años en Suiza se sintieron víctimas La crisis del coronavirus y la gente mayor Los mayores, reducidos a un “grupo de riesgo” En Suiza, las personas mayores se vieron especialmente afectadas por el confinamiento: si bien recibieron importantes muestras de solidaridad, también fueron objeto de discriminación. La epidemia puso a prueba las relaciones intergeneracionales. 8 Tema Clave Padre e hijo se encuen- tran a través de la pan- talla: Daniel visita a su padre Reymont en el asilo de ancianos de Le Locle (izquierda). Solidaridad espontánea, distanciamiento disci- plinado: donativos para personas necesitadas, Zúrich (centro). Un hospital improvisado para el grupo de riesgo: servicios de urgencia en el gimnasio municipal Rämibühl, de la ciudad de Zúrich (derecha). Fotos Keystone de aislamiento colectivo. Se prohibie- ron las visitas en los asilos de ancia- nos, lo que causó mucho sufrimiento y no pudo evitar todas lasmuertes por Covid-19. En Suiza, la granmayoría de los ancianos viven en su hogar. Mu- chos tuvieron que pasar su cumplea- ños solos y de un día para otro cesa- ron los encuentros fuera de casa. Los jubilados no pudieron desempeñar sus tareas sociales: los abuelos no pu- dieron cuidar a sus nietos, mientras que en los servicios de transporte co- munitario faltaban los chóferes y en las tiendas de Cáritas, los voluntarios. En Suiza, numerosos jubilados realizan trabajo voluntario; conti- núan activos y con buena salud mu- cho tiempo después de jubilarse, en parte gracias a los buenos servicios de salud y unas condiciones de vida favo- rables. Su contribución social es im-
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