Panorama Suizo 3/2021
Panorama Suizo / Junio de 2021 / Nº3 19 STÉPHANE HERZOG La casita que le sirve de domicilio a Alan Roura cuando viene a Suiza, se sitúa en lo alto de Versoix, pequeño puerto en el lago Lemán, a dos pasos de una autopista suspendida y un ast- illero en el que duermen antiguos veleros. Detrás del portal se entrevé un taller donde todo luce perfecta- mente limpio y ordenado. Georges Roura, padre del navegante ginebrino Alan Roura, trabaja aquí como hojala- tero y techador. Bienvenidos a casa de los Roura. En el umbral, Alan Roura, quien volvió a pisar tierra el 11 de feb- rero, tras 95 jornadas de carrera en alta mar en la Vendée Globe, nos re- cibe relajado y afable. Pero ¿cómo empezó toda esta his- toria? El pequeño Alan pisó un barco desde muy joven, por un motivo muy práctico: sus padres deseaban ahorrar en alquiler para preparar un viaje de altamar. Tenía dos años cuando su padre y sumadreMyriam, de quienes Alan es el único hijo común, compra- ron un barco en el lago para instalarse en él. Amarrado en Port-Noir, enGine- bra, “L’Almyr” medía diez metros de eslora. El pequeño yate acogió a los padres y a los cuatro hijos de esta fa- milia reconstituida. Alan creció frente a la Rada. “Dormíamos los tres niños en una cabina trasera de cuatro met- ros cuadrados. ¡Era un gran lujo!”, co- menta el ginebrino, que nunca ha pu- esto un pie en un colegio. “No soy un intelectual”, reconoce Alan. Los fines de semana, la familia salía a dar una vuelta por el lago Lemán, como prelu- dio a sus viajes marítimos. Viviendo en el agua Al lado de “L’Almyr” se encontraba amarrado “Ludmila”, un velero de 12,5 metros. La familia lo compró y lo ar- regló. Su destino era Port-Camargue. “Mi padre soñaba con irse. No era un marinero ni un lector de relatos mari- nos. Mi padre es alguien que vive por sí mismo y no a través de los demás. Se sacó su licencia de navegación. No- sotros lo hemos aprendido todo en el mar.” En el momento de la salida, la fa- milia no disponía de un plan preciso. “Ludmila” llevó a la familia Roura ha- cia las Antillas, salvo a la hermana mayor que se quedó en Ginebra. El vi- aje duró un año. El padre enseñaba matemáticas y lamadre, francés. Tras cuatro años de viaje, los Roura regres- aron por corto tiempo a Europa, antes de volver otra vez al Caribe. Su plan consistía en aprovechar cada escala para trabajar y llenar así la caja de la embarcación. Trabajando para un magnate en el Caribe Desde entonces, la familia se desplazó con dos niños a bordo. Navegaba a merced de los vientos y de las ofertas de trabajo. En Venezuela, siete meses de trabajo enun astillero acabaron con un fracaso: no se pagaron los sueldos. Enfilaron rumbo aMartinica, para tra- Alan Roura, o la escuela del mar El navegante suizo Alan Roura finalizó en enero su segunda Vendée Globe, una vez más como benjamín de esta regata extrema en mar abierto. La carrera profesional de este hijo de hojalatero empezó en una casa flotante amarrada en el puerto de Ginebra. El navegante ginebri- no Alan Roura no asistió nunca a la es- cuela. Todo por cuan- to sobresale lo aprendió en el mar y del mar. Foto Keystone
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