Panorama Suizo 2/2022

Panorama Suizo / Abril de 2022 / Nº2 evitar que sean demasiado dominantes”, explica Jean-Paul Jaccaud. Todos los habitantes de Le Lignon coinciden en que este conjunto es una ciudad en medio del campo. Además, su concepción les permite vivir de forma autónoma. En el corazón de Le Lignon se ubica un centro comercial que ocupa toda una planta. Aquí se encuentra todo lo necesario: un salón de té, un restaurante, una taberna, una zapatería, una peluquería, una oficina de correos, una carnicería y un centro médico. Pero también hay una parroquia protestante, una iglesia católica, un polideportivo, una ludoteca, un local para adolescentes y dos centros escolares. Cada sábado, el ex pastor Michel Monod, que vive aquí desde 1973, se instala entre los supermercadosMigros y Coop para saludar a la gente. “Técnicamente hablando, es un complejo perfecto”, afirma, al tiempo que lamenta la falta de vínculos entre los habitantes de este conjunto habitacional donde conviven más de 100 nacionalidades. “Aquí reina del individualismo de masas”, deplora Monod. Jóvenes en busca de un lugar donde vivir Michel Monod es codirector del Contrato de Barrio de Le Lignon, cuyo objetivo es ayudar a la gente a concretar proyectos comunitarios. Día tras día dirige sus pasos hacia un toldo, debajo del auditorio de Le Lignon. Aquí, a salvo de miradas indiscretas, los jóvenes adultos del barrio se reúnen y a veces se calientan al fuego de un brasero artesanal. Michèle Finger conoce el sitio. Este grupo de jóvenes que fuman y beben cerveza escuchando rap, suscita en ella un sentimiento de inseguridad, en este conjunto habitacional con el que se identifica menos que antes. Es verdad que el alquiler del matrimonio Finger es irrisorio, pues se eleva a tan solo 1 200 francos por cinco habitaciones, con gastos y garaje incluidos. Pero esta residente, que es miembro de varias asociaciones del barrio, se queja de los residuos que se amontonan en los puntos de recogida, de los escupitajos en el ascensor y del hecho de que los jóvenes ocupen todo el espacio en la parte inferior de los pasillos. “No conozco a los nuevos inquilinos que viven enmi edificio. La gente ya ni siquiera semolesta en recoger del suelo el periódico del barrio”, afirma Michèle, denunciando la falta de interés de esos “nuevos forasteros” recién llegados a Le Lignon. A Miguel Sánchez, de 39 años, trabajador social en Le Lignon desde 2012, este descontento le es familiar y lo comprende: “Con sus alquileres baratos, Le Lignon ofrece una solución a los migrantes y sus familias. Esta diversiVivienda de Michèle Finger en Le Lignon, en la que reside desde hace décadas (arriba, izquierda). Foto Jean-Jacque Finger Cada sábado, el ex pastor Michel Monod platica con los jóvenes del conjunto habitacional y aboga por ellos (centro). Foto Stéphane Herzog La mayor parte de este inmenso espacio está reservada a los peatones: los estacionamientos están ocultos bajo el césped (arriba, derecha). Foto Stéphane Herzog dad étnica y social, en un contexto económicomás tenso, hace que sea tal vez más difícil que en el pasado establecer vínculos personales”, opinaMiguel. “Pero Le Lignon no es una ciudad dormitorio, como las hay en Francia. Cuenta con buenos equipos y buenos servicios de mantenimiento. Además, los jóvenes se sienten orgullosos de vivir aquí. Jamás hemos tenido graves problemas de seguridad o de criminalidad. Lo que hay aquí, esmás bien una falta de civismo”, concluye el trabajador social. Por su parte, Michel Monod atribuye a esos jóvenes que se reúnen alrededor del brasero cualidades de las que carecerían los demás residentes de Le Lignon: “Son extremadamente leales a sus amigos. Hay gente que me dice: ¡Enciérrenlos! Yo les suelo contestar: Son vuestros hijos.” Cuando Michel Monod llegó a Le Lignon, a él también le pareció un barrio de dimensiones desproporcionadas. “Me dije: no es posible vivir como en un hormiguero, así queme di a la tarea de congregar a la gente.” Pero él también quiere a Le Lignon.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjYwNzMx