Suiza y sus bancos En las lindes de los bosques, a orillas de los lagos, en las laderas de las montañas y en los parques municipales… es sorprendente el número de bancos que pueden encontrarse en Suiza. Pero el banco no es un simple mueble en el paisaje, sino también un objeto político: participa a la vez del orden y del relajamiento en el espacio público. DENISE LACHAT Probablemente a nadie se le ocurriría plantarse en una esquina y observar a los transeúntes durante horas. En cambio, nos parece totalmente natural sentarse en un banco y contemplar el ir y venir de las personas. Incluso se puede entablar conversación con completos desconocidos, charlar sin compromiso y crear vínculos temporales. Por ello, sobre todo las personas mayores que viven solas pasan a veces tardes enteras sentadas en el banco de una parada de autobús. “A la gente le gusta sentarse donde haya mucha animación”, afirma Sabina Ruff, responsable del Espacio Público de la ciudad de Frauenfeld; pone como ejemplo la Plaza Bullinger o la terraza del Zollhaus, de Zúrich: “Ahí transitan trenes, bicicletas, peatones y automóviles. La Plaza del Sechseläuten de Zúrich también es un buen ejemplo, porque tiene muchas sillas que cada quien puede colocar a su gusto”. Un espacio de convivencia social Sí, el banco es un espacio de convivencia social, subraya Renate Albrecher. Esta socióloga sabe de lo que habla, ya que trabaja como auxiliar de investigación en el Laboratorio de Sociología Urbana de la ETH de Lausana y ha fundado una asociación que fomenta la “cultura de los bancos” en Suiza. Esta se dedica a cartografiar la “Bänklischweiz” [la Suiza de los banquitos] y revela los “secretos bancarios” suizos gracias a la cooperación de numerosos entusiastas que suben sus fotos a la plataforma. Albrecher nos comenta que los primeros bancos suizos ya se ubicaban en cruces de caminos y cerca de las estaciones de trenes; es decir, en lugares que permitían observar el vaivén de la gente. Más adelante, con el desarrollo del turismo, se fueron colocando bancos en sitios que deparasen bellas vistas a los forasteros. Uno de los primeros bancos turísticos se colocó cerca de la famosa catarata de Giessbach (BE); permitía contemplar la “naturaleza salvaje” celebrada por los pintores de la época. Y gracias a los senderos que al mismo tiempo se crearon junto a los bancos, “los ingleses no tenían que mancharse sus bellos zapatos”, explica la socióloga. Hoy en día, nos parece natural encontrar bancos públicos por doquier en el paisaje helvético. Su omnipresencia, hasta en los sitios más recónditos de las localidades turísticas más pequeñas, también es fruto de la labor de numerosas asociaciones de embellecimiento del paisaje, especializadas desde hace dos siglos en la instalación de bancos. El banco como objeto funcional En las ciudades, en cambio, los bancos se colocan a veces en lugares poco acogedores: sin vistas, con mucho ruido y mucho tráfico. Jenny Leuba, Directora de Proyectos de la Asociación de Movilidad Peatonal En Suiza abundan los bancos de todo tipo: bancos sencillos, macizos, futuristas... a orillas de los lagos, en los parques, en plena calle o en el centro de las ciudades. Fotos Keystone (4), foto puesta a disposición de la revista (1) 10 Sociedad
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