Tres mineros trabajando en 15 kilómetros de galerías En las minas de Bex solo trabajan... ¡tres mineros! No hace falta más personal para hacerse cargo de la producción de estas salinas, de la que se extraen unas 30 000 toneladas de sal al año. Los mineros perforan la roca hasta una profundidad de 800 metros. Los testigos que se extraen de la montaña —en secciones de tres metros— permiten descubrir dónde se ubican las vetas. “Gracias a estas perforaciones poco a poco vamos conociendo nuestros yacimientos”, comenta Arnaud Tamborini. Luego se introduce en la perforación un tubo perforado insertado en otro tubo, hasta alcanzar el nivel de la veta. A continuación, se inyecta agua de manantial a alta presión, que acaba disolviendo el oro blanco y se carga de sal antes de fluir hasta la planta de producción de Bex. Solo un 10 % de la sal producida en Vaud se destina a uso culinario. El resto se utiliza para fines industriales y para esparcir en las carreteras durante el invierno. La fábrica dispone de un almacén con una capacidad total de 12 000 toneladas. En un hangar, el visitante se encuentra ante una ingente montaña de sal. ¿No es una pena tirar toda esta sal al suelo? Salinas Suizas estima que los volúmenes de producción de sal de mesa de Bex aumentarán en el futuro, sobre todo gracias a la exportación de este producto de alta gama. Extraer la sal del subsuelo es una actividad de alto riesgo; recogerla es un acto noble. “Cuando sale de aquí, la sal ve por primera vez la luz del sol después de doscientos millones de años”, apunta el responsable de la producción del oro blanco de las salinas de Bex. El monopolio más antiguo de Suiza Desde la Edad Media, los suizos compraban sal a Alemania y Francia para sus salazones. Los quesos del Pays d’En-Haut, de Gruyère, del Emmental y de los Alpes se llevaban al lago Lemán y a Ginebra, desde donde se embarcaban hacia Marsella. Durante el Renacimiento, estos quesos podían encontrarse en los buques que navegaban por todo el mundo. En el siglo XVII se estableció un monopolio en los cantones suizos y en todos los países europeos. La gabela, el impuesto sobre la sal, era una pesada carga para la población. “Para combatir estos abusos del Antiguo Régimen, los distintos Estados decidieron controlar su comercialización”, explica Dominique Zumkeller, Historiador Económico en Ginebra. En Bex, fueron las cabras las que descubrieron los manantiales salinos. Estas aguas ligeramente saladas se mencionan por primera vez en el año de 1554. En 1685, Berna –por entonces una potencia internacional– compró todas las concesiones de la región para asegurarse su propio suministro. Bex fue el primer yacimiento hallado en Suiza. Por ello, la salina debía explotarse cualquiera que fuese su coste. En la segunda mitad del siglo XIX, las técnicas industriales permitieron a Suiza ser autónoma en su abastecimiento. Hoy, los conceptos de rentabilidad y producción sostenible continúan sirviendo de motivación a los responsables de las salinas de Bex, como lo demuestra la construcción de una nueva central hidroeléctrica en el río Avançon. “Gracias a esta central produciremos sal totalmente verde”, afirma con satisfacción Arnaud Tamborini. La fuerza hidráulica generará toda la energía necesaria para la evaporación de la salmuera, un proceso que necesita mucho calor. El monopolio de la sal aún tiene tiempo por delante. (SH) Tras el proceso de secado, la sal aún caliente es revisada por un empleado de la salina. Foto de archivo de Keystone, 2010 “Sel des Alpes”, la sal de los Alpes: para la comercialización del tesoro blanco es importante realzar su origen. Foto Pascal Wasinger Panorama Suizo / Diciembre de 2023 / Nº6 22 Reportaje
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