Sol Gabetta acaba de dar dieciséis conciertos en un mes; su hijo la espera en casa, y tenemos un montón de preguntas para ella. Nada de esto es problema para esta chelista de 42 años, que cuenta con veinte años de carrera internacional a sus espaldas. Parece rebosar energía y no se cansa de compartir con nosotros su propia visión de las cosas. Tocar el violonchelo sigue dándole fuerza de sobra: “Cuando llegué a casa la semana pasada estaba muy cansada, pero tan en forma como una deportista, porque había estado practicando mi instrumento a diario”, nos dice Sol Gabetta. En cualquier caso, se encuentra ahora en una nueva etapa de su trayectoria artística, algo que no tiene nada que ver con el hecho de que su hijo ya haya cumplido los seis años: “Hoy ya no busco cantidad, sino más bien calidad, y mi único afán es mejorar mi acercamiento a las obras maestras de la música. Más que con mi edad, esto tiene que ver con mi experiencia artística. Las giras no son menos agotadoras que antes; pero esto no me impide llevar una estupenda vida familiar”. Lo que desea Sol Gabetta cada vez que vuelve a tocar una pieza es poder notar una evolución. Como ejemplo pone el concierto para violonchelo de Robert Schumann, que tocó en primavera, en la gira que realizó con el estonio Paavo Järvi, Director principal de la Tonhalle de Zúrich: “Además de congeniar conmigo, el director y la orquesta también deben perseguir un objetivo. De lo contrario, me niego a participar. Hay piezas que no toco durante años porque siento que no puedo dar a la obra una voz propia. Tengo que conservar mi alegría interior, seguir viviendo cada concierto como una experiencia singular”. Esto permite a Sol Gabetta disfrutar más de su trabajo: “Percibo mucho mejor que antes la fuerza interior propia de cada concierto. Y me he dado cuenta de todo lo que conlleva un concierto. Quiero hacer de cada actuación algo único. También me interesan los detalles, hasta los efectos de iluminación que experimentamos en el Festival de Pentecostés de Lugano. Es un privilegio, un obsequio por el que estoy muy agradecida”. Además de París, Basilea y Olsberg (Alemania) son también dos ciudades en las que Sol Gabetta, ciudadana suiza desde 2018, se siente como en casa. En Olsberg se originó el festival dedicado a Sol Gabetta, para después extenderse a Rheinfelden y St. Peter, en Alemania. Sin embargo, los numerosos amigos de la pintoresca iglesia de Olsberg pueden estar tranquilos, porque su ciudad seguirá siendo el centro del festival. Y por eso también la chelista se opone a los planes de ampliar el evento, aunque la idea resurge periódicamente debido a su enorme éxito. En cambio, lo que sí le interesaría sería crear una academia para jóvenes músicos, ya que en su propio festival ha reconocido lo difí- “Percibo mucho mejor que antes la fuerza interior propia de cada concierto” Tras veinte años de brillante carrera, la virtuosa violonchelista suiza Sol Gabetta sigue rebosando energía y se preocupa por la próxima generación. SOL GABETTA & PATRICIA KOPATCHINSKAJA: Sol & Pat, Alpha 2021 cil que es vender entradas para que el público vaya a descubrir a los “Jóvenes talentos”, a los que hay que seguir impulsando. Antes, dice Gabetta, las cosas eran distintas: “Cuando me descubrieron en Lucerna, allá por 2001, los conciertos de este tipo estaban muy concurridos: había más curiosidad por conocer a jóvenes artistas. Tengo la suerte de haber entrado en el mundo de la música clásica en aquel entonces. Hoy sería más difícil, la gente tiene menos curiosidad y confía menos en los organizadores de festivales para traer Panorama Suizo / Enero de 2024 / Nº1 22 Oído
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