Panorama Suizo 2/2024

tranquila y que antes estábamos sometidos a ruidos mucho más intensos. ¿Recuerda los antiguos trenes de mercancías, con sus despiadados chirridos y traqueteos que se oían a kilómetros? Hoy en día, este tipo de trenes está prohibido y los modernos trenes interurbanos parecen ronronear mientras atraviesan el paisaje a unos doscientos kilómetros por hora. ¿Y qué decir de los coches, camiones y tractores de hace cincuenta años? ¡Cómo rugían sus motores! Eso también es cosa del pasado. Hoy, el problema es el ruido de rodadura, porque los motores se han vuelto casi inaudibles. Durante la rodadura, el aire se comprime constantemente entre el neumático y la calzada, y silba cuando se escapa. Los neumáticos anchos comprimen más aire, por lo que son más ruidosos que los estrechos. Sin embargo, este problema ya tiene solución gracias a los neumáticos silenciosos, que cuentan con ranuras especiales y superficies insonorizantes dotadas de amplios poros, por los que el aire puede salir sin apenas hacer ruido. Irónicamente, son los jóvenes aficionados al tuning los que traen de vuelta los viejos y ruidosos tiempos. Modifican los sistemas de escape de sus ostentosos vehículos para que suenen lo más potentes y ruidosos posible. Por supuesto, está prohibido conducir un coche así por el centro de una ciudad; pero esto no hace sino aumentar su atractivo... ¡Cuidado con los vehículos demasiado silenciosos! Y allí va otra cosa que casi no nos atrevemos a decir en voz alta: hoy en día, a veces el problema no es hacer demasiado ruido, sino demasiado poco. Cuando circulan a baja velocidad, los coches eléctricos son tan silenciosos que apenas se oyen, lo que resulta peligroso para cualquiera que se encuentre cerca. Por eso deben ir equipados con un sistema que genere sonidos de advertencia. A este respecto cabe establecer una distinción importante entre dos tipos de ruido: algunos no son más que un efecto secundario, procedente de fuentes como un cortacésped o una mezcladora de cemento, por ejemplo; cuando estos ruidos pueden reducirse, la mayoría de la gente está contenta. Por otra parte, hay ruidos que se producen a propósito, como las campanadas de las iglesias, el cencerreo de los rebaños o el sonido de un cuerno alpino. En este caso, hablar de “ruido” y exigir silencio puede provocar muchas protestas entre el vecindario. Las autoridades tienen que decidir caso por caso. Un caso clásico: el cencerreo de los rebaños Estas disputas son a veces difíciles de resolver; a menudo son los jueces quienes tienen que escuchar los argumentos. Hace casi cincuenta años, el Tribunal Supremo Federal tuvo que examinar un litigio sobre cencerros. Dictaminó que el repiqueteo de esas campanas por la noche cerca de las viviendas constituía, bajo determinadas circunstancias, una “perturbación injustificada”. Pero los ganaderos no siempre salen perdiendo. En Aarwangen, un importante municipio bernés de Alta Argovia, donde recientemente estalló un nuevo conflicto en torno a los cencerros, se produjo un giro inesperado: los vecinos recogieron firmas, no contra el granjero, sino a su favor; y, por si acaso, también a favor de las campanas de la iglesia. De repente, el debate fue mucho más allá de los pastos de la localidad: lo que ahora está en juego es nada menos que “la cultura y la tradición de nuestro país”. En la asamblea municipal de diciembre de 2023, los partidarios de los cencerros y las campanas obtuvieron una victoria aplastante: en adelante, ya no se permite exigir que se prohíban las campanas en Aarwangen. Cuando Dios impone silencio Muy frecuentes son también los conflictos en torno a las campanas de las iglesias. Sin embargo, siempre parecen resolverse de la misma manera: a medida que disminuye el número de fieles en la iglesia, también lo hace el ruido que emana de sus torres. En muchos lugares, las campanas ya suenan mucho menos tiempo que antes; a ciertas horas del día, ni siquiera suenan. Y cuando, para colmo, cae un rayo en la torre de la iglesia, como ocurrió el verano pasado en Menziken (AG), las bromas no se hacen esperar: es Dios mismo, bromean los detractores de las campanas, quien ha intervenido ruidosamente en la discusión para imponer el silencio. Las campanadas de las iglesias, así como el cencerreo de las vacas, resultan poco agradables a los oídos de muchos suizos. Foto Keystone Panorama Suizo / Marzo de 2024 / Nº2 13

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