búsqueda hacia el fondo de las cañadas sombrías y resguardadas del viento, donde los árboles crecen “rectos hacia el cielo”. Tan solo una picea entre mil es apta para nuestro propósito, afirma Tristan Ropraz. Para el año 2024 necesitará entre 25 y 30 árboles. “Siento gran respeto por estos árboles; llevan aquí mucho más tiempo que nosotros y a menudo permanecerán en los tejados mucho después que nosotros”, continúa. Y agrega: “Es un honor trabajar con madera que tiene 150 años; te hace sentir humilde y hace que la iglesia vuelva a estar en el centro del pueblo”. Los árboles se talan a mediados de noviembre, en el último cuarto de la luna menguante, cuando la savia se ha retirado, para que la madera no atraiga a las plagas. emocionante colocar la última tejuela en la cumbrera de un chalé: “Entonces me siento, miro al horizonte y pienso en todas estas tejuelas que hice una por una, y que clavé una por una”. “Más ecológico no puede ser” Pero sería un error limitarse al lado romántico del oficio. “Muchos solo ven los chalés, la calma, la naturaleza, sin darse cuenta de todo el trabajo que hay detrás. Los fardos de tejuelas no llegan al tejado por sí solos; es un trabajo rudo”, dice Ropraz, quien fuera campeón de lucha suiza tradicional. Sobre todo, porque no es fácil ganarse la vida en este oficio. El precio por metro cuadrado ronda los 175 francos, incluyendo la madera, la elaboración, el transporte y la colocación. La vida media de un tejado de tejuelas es de 35 a 40 años. El joven tavillonneur, del que sus amigos se burlaban diciendo que era un “trabajo de viejos”, está convencido de que hoy se encuentra ante un trabajo con mucho futuro: “En la actualidad sólo se habla de ecología y proximidad. La madera es un material ecológico, y la que utilizamos procede de los bosques de Gruyère. Más ecológico no puede ser”. ¿Están correctamente alineadas las tejuelas? Tristan Ropraz comprueba la superficie recién instalada, que resistirá el viento y la intemperie entre 35 y 40 años. Un oficio que sigue el ritmo de las estaciones: el artesano coloca en verano las tejuelas que elaboró en invierno. Del árbol al tejado En esta mañana de septiembre, Tristan Ropraz se ha adelantado al calendario. Mientras parte los mujyà que emanan un fragante olor a resina, señala un bosque en las faldas del Moléson. “Esta madera proviene de allá arriba”, comenta. “Talaron toda una franja del bosque para crear una nueva pista de esquí, en un sitio donde había buena madera para hacer tejuelas. A mi maestro y a mí se nos revuelven las tripas cada vez que vemos eso, así que fuimos allá y pudimos rescatar seis troncos”. Como la talaron a destiempo, la madera está repleta de savia. “La pondremos a secar lo antes posible”. “El momento en que vuelvo a ‘plantar’ mis tejuelas siempre es emocionante”, explica el joven. También es revue.link/shingles *Martine Brocard es redactora de la revista “Die Alpen” del Club Alpino suizo, donde se publicó una primera versión de este reportaje. Panorama Suizo / Marzo de 2024 / Nº2 16 Reportaje
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