Panorama Suizo 4/2024

mos seres humanos capaces de leer el paisaje”, escribe Hofmann. Las asociaciones de agricultores, tanto de derechas como de izquierdas, así como los grupos ecologistas, acuden constantemente a él. En junio, lo invitaron a una mesa redonda con el Director de Migros Vaud. Funge como mediador. Califica el duopolio naranja (Migros y Coop) de “sepultureros de la agricultura suiza”, aunque tampoco niega el catastrófico balance ecológico de la agricultura en las últimas seis décadas. ¿Qué puede hacerse? En primer lugar, deberían actuar los políticos. Podrían gravar más los productos agrícolas importados, especialmente los de Marruecos y España, cuyos costes ecológicos y humanos son desastrosos. Enseguida, hace falta un sistema que fije un tope a las ganancias de los grandes distribuidores, que obtienen márgenes de hasta el 57 % con los productos lácteos. Blaise Hofmann también recalca que para resolver la crisis de la agricultura moderna no es suficiente impulsar el desarrollo de microgranjas. Al final, el consumidor también influye en el rumbo que toma la agricultura: “Al comprar manzanas (…) perfectas, soy yo quien desvaloriza, de manera indirecta, tres cuartas partes de la cosecha del agricultor”, concluye el escritor. A pesar de todo, Blaise Hofmann no deja de soñar con un mundo en el que los niños y niñas sigan diciendo: “¡Papá, quiero ser campesino! ¡Mamá, quiero ser campesina!”. que Suiza siempre ha tenido más vacas por habitante que cualquier otro país. El primo Patrick se hastió de ganar tan solo de cuatro a seis francos a la hora por su leche, por lo que decidió separarse del patrimonio de su abuelo. Un oficio arraigado en el pasado El oficio de agricultor suele ser parte de una larga tradición familiar. Tal fue el caso del abuelo de Blaise, el cual llegó a Villars-sous-Yens en 1937, procedente de Belpberg (Berna), donde “ya no quedaba ni una granja libre”. Entonces, solo había dos tractores en Villars, entre ellos el suyo. “Ayudó en las labores del campo, en una época en que muchos granjeros habían sido llamados a filas. Eso lo ayudó a integrarse en el pueblo”, cuenta Walti ante una copa de chasselas del viñedo de su hijo. Faire paysan permite al lector urbano entrar en la mente de un campesino suizo y le da ganas de ir al encuentro de esos hombres y mujeres a quienes debemos el sustento. El ensayo evoca sus difíciles condiciones de vida y trabajo, el sentimiento de abandono que experimentan algunos de ellos, que en ocasiones llega hasta el suicidio. El libro habla de la rabia de ciertos agricultores ante la interminable sucesión de iniciativas “ecologistas” y la falta de diálogo entre los involucrados. Describe un mundo en el que muchos campesinos se sienten privados de su libertad, impotentes ante las todopoderosas corporaciones que los oprimen: las cooperativas, que favorecen a las grandes explotaciones; la industria agroalimentaria, que abusa de su posición dominante; o la Confederación, que los obliga a dejar parte de sus tierras en barbecho. “La Unión Suiza de Campesinos defiende un sistema enfermizo”, considera Blaise Hofmann, quien opina que en Suiza ha llegado el momento de movilizarse para preservar una “agricultura de dimensiones humanas”. Deberíamos oponernos a estos malos vientos que nos conducen hacia una “integración vertical” de los agricultores. Blaise alude a la Federación Nacional de las Cooperativas, que controla “la mitad del mercado nacional de cereales (…), las semillas UFA [la semilla líder del mercado suizo, N.d.l.r.], los fertilizantes Landor, los almacenes Landi, los supermercados Volg, los refrescos Ramseier, las gasolineras Agrola y una decena de empresas más”. Estas grandes corporaciones imponen sus precios, pero también las reglas de producción, lamenta Blaise, que por una vez se está alejando de su tema predilecto: los viajes, que constituyen el tema de un libro que publicó en 2004: Billet aller simple [“Billete de ida sencillo”], relato de un periplo de dieciséis meses entre Europa, Asia y África. “Las vacas no se apagan el domingo” Blaise, quien es padre de dos hijas, también evoca los momentos felices en la vida de los campesinos, su íntimo conocimiento de la tierra y de sus ciclos vitales. “Las vacas no se apagan el domingo. Viven sin descanso, al igual que las plantas, los insectos, las aves, los campesinos y las campesinas”, resume el escritor. Para quienes viven en la ciudad, la lectura de Faire paysan despierta la nostalgia de la vida campestre. “Incluso detrás del parabrisas de su tractor, el campesino sigue siendo uno de los últiLa granja de la familia Hofmann, en Villars-sous-Yens (VD), en lo alto de Morges. Aquí se estableció el abuelo de Blaise Hofmann, en 1937. Literatura: “Faire paysan” [“Hacerse campesino”], Blaise Hofmann, ediciones Zoé. Consulte también nuestro artículo sobre la agricultura, páginas 4-7. Panorama Suizo / Julio de 2024 / Nº4 31

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