DAVID HESSE Y PHILIPP LOSER Durante siglos, Suiza fue un país de emigración. Hombres, mujeres, niños y niñas abandonaban sus valles para probar fortuna en el extranjero como mercenarios, pasteleros, arquitectos, niñeras, comerciantes, ordeñadores o niños deshollinadores. No fue hasta finales del siglo XIX cuando la inmigración extranjera comenzó a superar la emigración suiza. En 1914, las autoridades calculaban que unos 380 000 ciudadanos suizos vivían en el extranjero, una cifra considerable si se tiene en cuenta que Suiza contaba entonces con menos de cuatro millones de habitantes. El Gobierno federal y los cantones mostraban poco interés por los emigrantes o, incluso, se congratulaban de haber exportado parte de la pobreza del país. “La gente se alegraba de que se hubieran ido”, afirma el historiador Patrick Kury. Quienes abandonaban el país perdían todo derecho a protección y ayuda. Sin embargo, a partir de 1874 la Confederación comenzó a supervisar las agencias privadas que organizaban la emigración y en las que una y otra vez se detectaban fraudes. Además, en 1900 se creó una oficina de emigración encargada de brindar consejos preventivos para evitar las “salidas irresponsables”. Con la Primera Guerra Mundial, que fomentó el sentimiento de unidad nacional, cambió la percepción que se tenía de la diáspora. La emigración pasó a estar mal vista: se consideraba que privaba al país de sus fuerzas vivas. La Nueva Sociedad Helvética (NSH), fundada en 1914, se propuso “preservar el patrimonio nacional” y se esforzó por estrechar los vínculos de las asociaciones y escuelas suizas en el extranjero con la patria. En 1916, esta sociedad creó un grupo local en Londres, así como, en 1920, el “Auslandschweizerwerk”, que entretanto se ha convertido en la Organización de los Suizos en el Extranjero (OSE) y sigue fomentando los vínculos entre Suiza y sus expatriados. Desde 1848, los emigrantes habían solicitado repetidamente protección y derecho de voto al nuevo Estado federal. Sin embargo, no fue hasta principios de los años sesenta cuando la Confederación accedió a su petición. A partir de entonces, la Confederación empezó a considerar cada vez más a los emigrantes como un potencial que debía aprovecharse en beneficio de la nación. En su mensaje a la Asamblea Federal del 2 de julio de 1965, el Consejo Federal escribió: “Suiza, un país sin salida al mar, pequeño y pobre en recursos, con una economía muy desarrollada y globaEl día en que la “Quinta Suiza” recibió reconocimiento oficial El 16 de octubre de 1966 marcó un hito en la relación entre Suiza y su diáspora: los electores aprobaron la inclusión en la Constitución Federal de un artículo sobre los suizos en el extranjero. Según David Hesse y Philipp Loser, autores de “Heute Abstimmung!” [“¡Hoy votamos!”], este referendo es uno de las treinta que cambiaron Suiza. – A continuación, reproducimos el capítulo completo de su libro sobre este tema. lizada, necesita comunidades sólidas y viables en el extranjero, que se renueven constantemente por la afluencia de emigrantes laboriosos”. La diáspora, con su compleja red de relaciones, se volvía atractiva para la economía. De ahí el interés del Consejo Federal por consagrar en la Constitución sus responsabilidades para con los suizos residentes en el extranjero. Propuso un nuevo artículo que facultara a la Confederación para regular los “derechos y deberes” de la Quinta Suiza, incluidos “el ejercicio de los derechos políticos, las obligaciones militares y la asistencia”. Esta enmienda constitucional necesitaba aprobarse a través de un referendo. El debate electoral 1966 se convirtió en el año de la “Quinta Suiza”. Tres antiguos consejeros federales (Traugott Wahlen, Max Petitpierre y Giuseppe Lepori) se pusieron a disposición del comité de patrocinio de la Organización de los Suizos en el Extranjero, que en ese año celebraba su 50.° aniversario. Correos de Suiza emitió un sello dedicado a los suizos en el extranjero, y la Biblioteca Nacional en Berna inauguró una exposición sobre el tema “La Quinta Suiza a través de los tiempos”. De repente, todo el mundo parecía coincidir en que los emigrantes eran un bien de inapreciable valor para la patria. Apenas se alzaron voces críticas; poco antes de la votación, el NZZ declaró que el proyecto de ley era “absolutamente irrebatible”. Según este periódico, la dimensión de la enmienda constitucional iba mucho más allá del ámbito meramente técnico: “Es más, Suiza quiere saldar una deuda de gratitud para con sus compatriotas en el extranjero, reconocer sus logros económicos, políticos y cultuEl artículo de ley sobre los suizos en el extranjero, que promueve este cartel, fue aceptado por cerca del 68 % de los electores. Foto: Colección gráfica de la Biblioteca Nacional Suiza, Berna Panorama Suizo / Abril de 2025 / Nº2 20 Leído
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