Panorama Suizo 3/2022

5 THEODORA PETER Y MARC LETTAU “Cuando sueño por la noche, veo siempre mi dacha”, afirma Alexander Volkow, quien sueña con las vides que ahora debería estar cuidando. Sin embargo, este ingeniero metalúrgico jubilado de Kramatorsk se encuentra a 2500 kilómetros de su casa de veraneo, en una aldea bernesa de la que hasta hace poco ni sabía que existía: Mittelhäusern. Alexander Volkow es ucraniano, y su camino hacia allí apenas se diferencia (excepto por su destino, fruto del azar) del de otros millones de ucranianos. Junto con su nuera Julia y su nieto Sergej, huyó de los bombardeos de su ciudad del Dombás, dejando atrás guerra, muerte, devastación y miseria. En Suiza, la oficina de refugiados finalmente le comunicó que “tenían una invitación para ir a Mittelhäusern”. En plena desgracia, un golpe de suerte: “Nos acogieron unas personas muy amables”. A pesar del cálido recibimiento de la familia anfitriona, los pensamientos de Volkow siguen girando en torno a Kramatorsk, sumida en los combates del Dombás. “Cada mañana empezamos informándonos para saber lo que aún está en pie, para saber si nuestro hogar aún está en pie”. También le carcome la pregunta de qué es mejor: una “buena guerra” que cobrará muchas vidas, o una “mala paz” que traerá consigo más años de inseguridad y desavenencias. Y no es el único que se lo pregunta. Cuando pasea por el pueblo, apoyado en su bastón, se encuentra, por ejemplo, a Anhelina Kharaman, que también se aloja en casa de una familia, dad: la población ha recolectado ayuda material, ha ofrecido apoyo y alojamiento privado. Nos recuerda al gran altruismo de tiempos pasados: por ejemplo, cuando los soviéticos invadieron Hungría en 1956 y Checoslovaquia en 1968. En esos tiempos también, Suiza recibió a los refugiados de Europa del Este con los brazos abiertos. Ante la invasión rusa en Ucrania, el Consejo Federal activó en marzo, poco después de que estallara la guerra, el llamado “estatus de protección S”. Esta categoría de refugiados ya existía sobre el papel desde los años 1990. En aquel entonces, el conflicto en la antigua Yugoslavia obligó a muchos a abandonar sus hogares. Sin embargo, este estatus específico para desplazados nunca había entrado en vigor anteriormente, ni siquiera durante la guerra de Siria, que también acarreó a millones de refugiados. Decenas de miles de ucranianos que huyeron de la guerra han encontrado refugio en Suiza. Aunque su acogida libre de trabas burocráticas denota solidaridad, también deja entrever las sombras de la política de asilo helvética. con su madre y su hija. Es de Mariúpol, la ciudad del sur de Ucrania que ha quedado reducida a escombros. Mykola Nahornyi y Lilia Nahorna, una pareja de Dnipró, también residen temporalmente en la localidad suiza de Mittelhäusern. Y también ellos hablan del huerto que deberían estar cuidando para poder preparar suficientes encurtidos antes del invierno. Ola de solidaridad En Mittelhäusern viven hoy una docena de ucranianos que huyeron de su país: una docena de los más de 50000 niños, mujeres y mayores que se refugiaron en Suiza durante los tres primeros meses de guerra. Desde la Segunda Guerra Mundial, Suiza nunca había recibido a tantos refugiados en tan poco tiempo. Y los ha recibido con una ola de solidariAnhelina Kharaman, en el patio florido de su hogar provisional. Su ciudad de origen, Mariúpol, ha quedado reducida a escombros y cenizas. Fotos: Danielle Liniger El codiciado “carné S” (la letra figura arriba, a la izquierda), expedido ahora por vez primera, facilita a los refugiados su estancia en Suiza. Panorama Suizo / Julio de 2022 / Nº3

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